Crónica de la cena del mes de junio en Restaurante El Landó

Crónica de la cena del mes de junio de 2016

Restaurante El Landó, 2 de junio de 2016

¿Fútbol o baloncesto? ¿Cigarrillos o habanos? ¿The Beatles o The Rolling Stones? ¿Tradición o modernidad?

Son todos estilos de vida. En el Club de los 100 Puros creemos que no hay una opción mejor que otra, sino, tal y como exponía el gran Rosendo Mercado cuando cantaba con Leño… ¡Maneras de Vivir! La felicidad es compatible con las nuevas tendencias gastronómicas tanto como con el gusto por la cocina de tradicional, de productos, aromas, colores y sabores.

Reencontrarse con la tradición es volver a nuestro veraneo de niños, en el pueblo de nuestros padres, ese en el que no había enchufe de 220 y había que escuchar a José María García en una radio que no nos cabía en la cama. Cuando ducharse con agua caliente no era un lujo sino algo que, sencillamente no se podía hacer, y había que pasar por el fregadero de la abuela con un agua que salía del único grifo. Esa agua helada, que cuando estábamos constipados había que calentar en una cocina de leña, donde se ponía una olla de algún material indeterminado, mucho más grande que el hogar donde se milagrosamente se apoyaba, y que, cuando terminaba de contener nuestro tesoro de agua caliente, volvía a rellenarse con la leche que se acababa de ordeñar y estaba pendiente de expulsar la nata con la que la abuela hacía las galletas.

Esos veraneos en el pueblo de nuestros abuelos, que estuviese en Asturias, Galicia, Tarragona, Castellón, Marbella, Cádiz, Guadalajara o Arenas de San Pedro, siempre suponían un viaje de 10 horas, rodeados de hermanos y maletas en el asiento trasero del 850, por unas carreteras tan estrechas que había que dar marcha atrás cuando nos cruzábamos con un camión en el puerto de Piedrafita. Unos viajes impensables con los parámetros actuales, pero que suponen los mejores recuerdos de una época pasada que no volverá, pero que llena nuestro baúl de recuerdos preciosos.

Eso es cenar en El Landó. Volver a los recuerdos del pan con tomate crujiente, a la ensalada de tomate y a los espárragos trigueros. Poder acompañar nuestro vino de Rioja Viña Alberdi con unas excelentes coquinas y unos huevos estrellados que han probado nuestros reyes (presentes y eméritos) así como las mejores estrellas de Hollywood, toreros patrios, cantantes internacionales y figuras de la cultura cuyas fotos y recuerdos adornan las paredes con imágenes envidiosas de la cena que estamos degustando. Poder seguir la comida con los manjares de la época como la merluza rebozada y las chuletitas de cordero. Y, una vez terminado y habiendo dejado los platos relucientes, el premio por nuestra buena conducta se acerca la mesa en forma de pasteles y tartas caseras.

No obstante ya hemos crecido, y, al igual que hacía nuestro abuelo con su cara curtida por los rayos del sol que ha estado recibiendo mientras trabajaba en el campo, podemos servirnos una orujo casero, o una copa de un licor escocés del color del pelo de Mamá, con unos aromas que nos recuerdan a… el puro habano que nos acompaña mientras charlamos con nuestros amigos: una corona gorda añejada de Partagás con aromas de cuero y tierra, de hierba y arena que nos acompaña mientras terminamos de cenar.

Y eso fue nuestra cena: un viaje al pasado parecido al de Marty McFly en el DeLorean. La diferencia es que nuestro viaje fue mejor ya que Marty necesita descargas nucleares para propulsar su coche mientras que nosotros sólo necesitamos una copa, unos amigos, un habano… y que sea el primer jueves de cada mes para cenar en el Club de los 100 Puros.

Nos vemos el jueves 7 de julio en ARGO para nuestra cena de verano. Hasta entonces.

Publicado en Crónicas de eventos.