Crónica de la cena del mes de febrero de 2015
Restaurante Alabaster, 19 de febrero de 2015
Un año después volvemos a Alabaster, un restaurante que prácticamente inauguramos y al que deseamos hace un año toda la fortuna del mundo. La cena de hace un año fue todo un espectáculo, y nos empezó a presentar un futuro más que prometedor para el recién nacido. Un año después los pronósticos se han confirmado, y, tal como comentamos en la web del club, Alabaster ha sido uno de los restaurantes triunfadores en varias categorías de los premios Metrópoli de este año.
El pasado 19 fuimos recibidos con gran cariño por Óscar y Fran. Empezamos a degustar las primeras cervezas y vinos en un ambiente distendido fumando unas sabrosísimas Mañanitas de Vegueros de Pinar del Río, donde estuvimos comentando las bondades de nuestra nueva sede social en ARGO, y, casi sin darnos cuenta, nos encontramos sentándonos y dispuestos a empezar a degustar lo que prometía ser una magnífica cena.
El orden de los platos fue un poco distinto al que se nos había indicado en la convocatoria. Comenzamos por la empanada Alabaster, que básicamente consiste en un conjunto de secretos y sensaciones envueltos entre trozos de masa. Fue muy interesante ir jugando entre todos a ir sacando componentes de la misma, dándose el caso curioso de como dos personas que estaban tomando trozos de la misma empanada y sin embargo lo describían de manera totalmente distinta.
Seguimos con las croquetas de gambas. Cualquiera de nosotros tiene una imagen idílica de la croqueta casera tomada en nuestro bar favorito, y tendemos a tomar esa imagen como referencia de nuestras sensaciones. Tengo que reconocer que la imagen de las croquetas que nos sirvieron se parecía a las fotos de las croquetas que podemos ver en las cartas de restaurantes: una forma perfecta y un color dorado que indicaba una fritura perfecta, dando a entender que en su interior encontraría una cremosa bechamel. La croqueta era preciosa, y daba pena morderla por temor a que lo de dentro no pudiera cumplir con las expectativas que se había generado. Sin embargo, una vez empezada a degustar, la temperatura exacta (¿Cómo se hace para servir a 50 comensales un producto a temperatura perfecta para todos?), la cremosidad y untuosidad, y la combinación de sabores hizo que el resultado de la experiencia nos hiciera olvidar esa imagen de la que nos habíamos enamorado y nos quedásemos con una sensación de placer difícil de olvidar para el que esto escribe.
Terminamos los entrantes con las tostas de sardina ahumada con queso. No se me ocurre otra manera mejor de contar como fue el plato más que citar un comentario de mi mesa: “Me dan pena estas sardinas. Sólo se me ocurre que, para conseguir este sabor, en lugar de agua han estado toda su vida nadando en astillas en lugar de agua y, en lugar de plancton, han estado comiendo queso de Arzua toda su vida”. Pues eso, el maridaje fue perfecto, juntándose la suma de sabores en un todo que nos hizo desear haber tomado otro plato.
Seguimos con una merluza con pil pil de lima limón. La presentación era estupenda, y su visión era una indicación de como comer el plato. Por un lado estaba el pil pil al lado de la salsa de lima limón, acompañando a unos trozos de merluza que pedían unir los tres componentes. Al hacerlo conseguíamos un toque norteño seguido por unos frescos sabores cítricos, que conjugaban con la tersa suavidad de los trozos de merluza. Esta mezcla, que en un primer bocado se percibía completamente por separado, se emulsionaba en el segundo, ligando todos los matices en una imagen ligera de puerto de mar acompañado por cítricos. Volvimos a quedarnos con ganas de tomar otro plato, pero no queríamos saciarnos antes de probar la costilla de ternera asada con porrusalda.
Este último plato fue el complemento perfecto del pescado que acabábamos de tomar. Una tierna costilla con un sabor a ternera inconfundible era rebajado por la porrusalda que nos traía los recuerdos a huerta, puerros, patatas… Daba la impresión que estábamos notando lo que había estado comiendo esa exquisita ternera a lo largo de toda su crianza, consiguiendo transmitirnos la tranquilidad y el sosiego al que tenemos asociados a estos animales vacunos.
Terminamos la cena con un milhoja casero con una exquisita y fina crema que nos llevó al protagonista habano de la noche: los Grandes de Ramón Allones (vitola de galera Paco). Muchos de nosotros ya lo habíamos fumado, pero el añejamiento exquisito que habían tenido los cigarros que degustamos hizo que muchos de nosotros pensásemos que estábamos degustando otro puro. Como anécdota, nuestro experto Ángel García Muñoz nos estuvo comparando los sabores que estábamos fumando con los que había expuesto en la nota de cata que se repartió. Luego, a nivel privado, estuvimos comentando con Angel las expectativas que llevaba en su futuro viaje a la feria del habano, y empezamos a diseñar una serie de actividades que realizaremos a su vuelta y de las que os iremos informando puntualmente.
Quisiera terminar la crónica disculpándome por no haber hablado todavía de los tres vinos que degustamos, pero la calidad de la comida degustada no me ha dejado sitio para citar los tres caldos que tomamos. Lo haré personalmente con todos los lectores en la próxima cena del día 26 de marzo en la Huerta de Tudela. Hasta la próxima.
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